Volvo Lurín

El desierto prevalece.

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Dibujar, pensar e intuir este proyecto fue como escribir una novela de Keroauac; como un detenerse al costado del camino.

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Queríamos que no se pierda la belleza de la desolación del andar por la autopista atravesando el infinito desierto.

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Volvo fue una experiencia única para nosotros, fue colocar unos volúmenes ligeros y evanescentes sobre la arena y bajo la luz meliflua de la costa limeña.

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Acero y cristal son los ingredientes principales de su materialidad, que se tamizan con un suelo de pedregullo y asfalto y una vegetación nativa del desierto, hecha de pastos y rastreras, contribuyendo a crear un paisaje que nunca deja de ser quien fue.

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El manejo conciente, respetuoso y sostenible del agua y de la energía, terminan de armar el andamiaje conceptual y estético de este proyecto.

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Al fin, todo termina como empieza: el desierto prevalece y con él, la luz, la luz de las cinco de la tarde,  como me enseñó mi amigo Alejandro Balaguer.